Ellos luchaban por un país mejor

Por Liliana Devesa Oddera

Adelina Dematti de Alaye, Madre di Plaza de Mayo, a casa sua durante l’intervista.

Adelina Dematti de Alaye

Adelina es una de las principales referentes del grupo fundador de las Madres de Plaza de Mayo y co-fundadora (1978-79) de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos de La Plata, capital de la provincia de Buenos Aires. A sus 87 vitales años, recibió a @uxilia Onlus para dar su testimonio de lucha por los DDHH, a partir del 5 de mayo de 1977, fecha en que desaparece, durante la última dictadura cívico-militar, su hijo mayor Carlos Esteban Alaye.
Así comenzó su búsqueda, investigación y recopilación de pruebas documentales, fotográficas y testimoniales que dieron origen a su Archivo Personal, declarado “Memoria del Mundo” por la Unesco, en 2007. Todo este material ha sido indispensable para que la Justicia Federal iniciara el proceso llamado Juicio por la Verdad con el fin de develar el destino de tantos desaparecidos, como Carlos.
En 2010, la universidad Nacional de La Plata le otorgó el diploma de Doctora Honoris Causa como también a María Isabel Chorobik (Chicha) de Mariani, por ser personas que sobresalen por su acción ejemplar y su trayectoria en favor de los DDHH.

Identidades

Tenés tus antecedentes italianos, me decías.
Si. Mis padres vinieron con mis abuelos. Mi padre, José Esteban Dematti nació en 1876, en Viguzzolo, circundario de Tortona, provincia de Alessandría, Italia. Y mi madre, Clementina Luisa Maggi era hija de italianos, nacida en Argentina. Mis abuelos maternos eran de Portesa di Como. También mi marido Luis María Alaye tenía ancestros italianos. Su apellido real era Alagia, pero aquí lo deformaron al anotar a su papá Nicolás Alaye, hijo de Domingo Alagia, nacido en Parghelia-Basilicata, Calabria, llegado a este país entre 1881-1882. Este dato es el sostén por el cual mi hijo fue considerado “italiano” por la Embajada italiana en Argentina, por lo tanto fue incluido en la lista que, a partir de 1984, fue elevada por la Embajada a Juzgados Penales de La Plata. Así que me siento muy ligada a Italia.

Cómo era la vida en tu Chivilcoy natal?
Era una ciudad tranquila. Tenía una escuela mixta, inusual para la época, Escuela Normal mixta Domingo Faustino Sarmiento. Ahí hice el secundario y en tercer año tuve la suerte de tener como profesor de historia a Julio Cortázar. En ese año, 1944, dejó la Escuela. Como profesor, nos maravillaba por su forma de decir y mostrarnos la historia. Dividía su hora: en la primera mitad, tomaba lección y en la otra mitad nos explicaba la lección siguiente, lo cual hacía que, a veces, ni tocábamos el libro para estudiar. Tenía buen humor. Nos consideraba personas, y cuando observaba que estábamos cansados, solía introducir un chiste relacionado con lo que estaba hablando y rompía el esquema de aburrimiento. Ahí me recibí de maestra.

Tuvieron dos hijos?
Sí. Nos casamos en 1952 y nos mudamos a Cahrué. Tuvimos a Carlos Esteban y María del Carmen. Carlitos, el mayor, nació el 5 de diciembre de 1955. Vas a ver el juego con cincos que yo hago. A Carlos lo llevan el 5-5-1977 y mi hija es del 12-5-1958. El mes de mayo y el número 5 aparecen por todos lados en las historias mías. Enviudo cuando Carlos tenía 12 años y María 9. Llegamos a La Plata en el 74 porque Carlos terminó el secundario en el 73 y nos parecía imposible que tuviéramos que separarnos para que él estudiara.

Cómo era Carlos?
Era un chico normal. Con las inquietudes de su edad, le gustaba el fútbol, era de Boca, jugaban a la pelota en la calle. En la escuela fue un alumno común, cumplidor. Siempre tuvo inclinación hacia lo humanístico, entre lo que estaba el conocimiento sobre política. En primer año tenía un diez en historia, era lo que le gustaba y hablando con la profesora, me dijo: no es por todo lo que sabe, es porque siempre sabe de qué estamos hablando.
Cuando veo, ya en el secundario, que empieza a interesarse en la cuestión política le dije: Carlos, escuchá a todos y no te dejes entusiasmar por nadie. Después de un tiempo un día llega, ya cuando había empezado la facultad y me dice: mamá, soy peronista. Empezó en eso y tuvo militancia en la JUP, la Juventud Peronista.
Se casó en julio del 76, en marzo fue el golpe de Estado. Eran tiempos en que no sabías que te podía pasar. Estaba haciendo el servicio militar en la marina. Tengo sus cartas, en una me dice: ahora se bien lo que es la soledad. En esta cabina frente al océano estamos el mar y yo.

La muñeca marcada

Cuáles fueron las circunstancias de su desaparición?
Iba en bicicleta por la calle Bossinga, en el barrio Mosconi de Ensenada, por donde vivía junto a su mujer. Ahí lo para un grupo de civiles, el jueves 5 de mayo de 1977. Yo no tenía teléfono. Mi hermana me da la noticia el sábado siguiente: Carlitos tuvo un accidente. Yo le dije: está muerto o está preso. Dice que se me pusieron duras las manos.
Lo primero que hago es llamar a un dirigente político de renombre, el Dr. Balbín que me recomienda ver al apoderado del partido radical y hacer un Habeas corpus. Pero finalmente, el trámite lo hace un abogado del partido intransigente, donde había militado en Chivilcoy, mi hermano, fallecido en abril.
Como no recibí contestación fui al episcopado. Me atendió el padre Berg y me aconsejó ir a la Asamblea de DDHH, en Capital. Ahí conocí a Juanita Pargament (quien acaba de cumplir 100 años) y, café de por medio me dijo: me arriesgo a hacerle una invitación, con otras madres en esta situación nos empezamos a encontrar en Plaza de Mayo, los jueves, a las 15,30. Empecé el jueves siguiente y no falté más.

Desde el principio usaban pañuelos blancos?
No. Al principio usábamos un clavo en la solapa para reconocernos. Era un simbolismo por los clavos de Cristo. Fue en la procesión a Luján del 77 que alguien sugiere llevar pañuelo blanco o pañal en la mano para levantarlos si nos perdíamos. Cuándo nos pusimos los pañuelos en la cabeza, nadie lo sabe exactamente.

Cómo te enterás de los detalles del secuestro?
El relato fiel lo tuve en 1984. El 5-5, día del aniversario de su desaparición, hice unos afiches con un texto manuscrito y los distribuí entre los vecinos de la cuadra para saber cómo habían sido los últimos minutos de libertad de mi hijo. Eso fue un sábado, al lunes recibí un llamado: yo ví el secuestro de su hijo, me llamo Carlos Platz.
Cuando nos encontramos me contó que vio desde el primer piso del negocio de su suegro, cuando gente de civil lo para, el venía en bicicleta, hace un gesto como diciendo “no se” o “no tengo” y se escucha un disparo. Platz dijo que Carlos recibió un tiro por la espalda. Luego lo ataron con alambres y se lo llevaron en una camioneta.
Mientras, a esa misma hora, yo salía del IPS (Inst. de Previsión Social), sobre la calle 47, de averiguar para jubilarme. Cruzo la calle 6, voy por la vereda de la Universidad y me caigo como un sapo, así bien larga. Me hice una marca con el reloj en la muñeca. Mi nuera que es psicóloga me dijo: esto es para un análisis que no entra en la ciencia.

La heroína

Qué pasó con el resto de la familia?
María, mi hija e Inés, mi nuera que estaba embarazada, planean irse juntas a Paraná, Entre Ríos. Allí nace Florencia, mi nieta. Al mes, tuve la dicha de reencontrarme, en la Catedral, frente a Plaza de Mayo con María e Inés ya con María Florencia en sus brazos y por fin conozco a mi nieta. A partir de ahí, les armé el viaje a Brasil
Luego mi nuera y mi nieta vivieron en México hasta que, hace 7 años Florencia regresó al país.

Este setiembre presentaste tu libro?
Sí, La marca de la infamia. En él reúno todo el material que recopilé a medida que buscaba a Carlos. A todas partes llevaba mi camarita y sacaba fotos sin que me vieran. Conseguí mucha documentación y todo ese material lo denuncié en el Juicio por la Verdad, en noviembre de 1998. Las autoridades mandaron el material a un juzgado penal. Se llamó a todos los médicos a declarar. Este libro está enriquecido con el material testimonial. Pero el juicio lleva 15 años y no salió del juzgado.

Qué aspiración tenés?
Lo que siempre pedí y pedíamos, era Justicia. Para que hubiera Justicia, teníamos que lograr la Verdad que se va conociendo a través de las víctimas que sobrevivieron, porque del otro lado nunca recibimos la más mínima información. Y con todo esto tenemos que construir la Memoria, para que nunca más nadie tenga que vivir una situación de esa naturaleza.

Por Liliana Devesa Oddera
Periodista argentina

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