La crisi e il futuro della Democrazia

César Díaz-Carrera

Se l’Europa si ‘salva’, la Democrazia avrà futuro a livello globale. E questo salvataggio non può arrivare dal dictat di un solo componente, il più potente dal punto di vista politico ed economico, come succede oggi.

ABSTRACT Il XX secolo è stato testimone di una battaglia incruenta, ma dotata di grande significato, tra il mercato e lo Stato. Il primo sembra risultare il chiaro vincitore. Dani Rodrik ci propone il trilemma Globalizzazione, Democrazia, Stato-Nazione: tutti e tre insieme non possono coesistere, al massimo solo due. Nell’eventualità in cui si accettasse l’ipotesi, quali scegliere? La globalizzazione sembra irreversibile. Di fronte ad essa, lo Stato appare impotente e sconfitto. La Democrazia è, invece, ancora necessaria, indispensabile. Dunque? Probabilmente, esiste un accordo generale grazie al quale non si può rinunciare alla Democrazia, per quanto imperfetta essa possa essere. Si tratta di una ricchezza di prim’ordine della nostra civiltà. Una riflessione andrebbe svolta sulla crisi della “Democrazia rappresentativa” di alcuni Stati caratterizzati da forme di Democrazia partecipativa. Si rende inoltre necessario aumentare e migliorare gli strumenti di Democrazia diretta, grazie anche allo sviluppo ed all’accesso diffuso ad una tecnologia a ciò idonea.

“Más poderoso que todos los ejércitos del mundo es una idea cuyo tiempo ha llegado”.
Victor Hugo

El S. XX ha sido testigo de una incruenta pero importante batalla entre el Mercado y el Estado del que el primero parece haber salido claro vencedor. Dani Rodrik nos presenta el trilema de elegir entre Globalización, Estado-Nación o Democracia, no podemos tener todo, tan sólo dos de los tres (1). Aunque discutible, en el supuesto de que aceptáramos la hipótesis, ¿cuales elegiríamos? La globalización parece irreversible; el Estado, aunque impotente y derrotado es aún necesario y la Democracia, irrenunciable. ¿Con cual quedarnos pues? Probablemente exista un acuerdo generalizado en que no cabe renunciar a la Democracia, por imperfecta que esta sea, porque es un patrimonio civilizatorio de la humanidad de primer orden (2). Sí cabe ampliarla y profundizarla avanzando de la insatisfactoria e insuficiente “Democracia representativa” en algunos Estados a una Democracia participativa más plena, al tiempo que se incrementan las instancias y mejoran los mecanismos de Democracia directa, gracias, en parte, al desarrollo y acceso generalizado a una tecnología que lo permite.

Por otra parte, vivimos en un entorno mundializado o globalizado, sobre todo en su vertiente financiera que contrasta con el encanijamiento de las estructuras políticas diseñadas para otras épocas y que hemos heredado de anteriores centurias. Hay quien piensa que no podemos dar marcha atrás en la globalización sin sufrir un insoportable deterioro del nivel y calidad de vida de cientos de millones de personas en todo el planeta. Lo que si cabe es embridar esa globalización fundamentalmente financiera -desequilibrada y desequilibrante- desde una profundización y planetarización de la Democracia. Porque el mercado tiene sus limitaciones y los valores de libertad, justicia, solidaridad, bienestar y felicidad no tienen cabida en él. El mismo George Soros (3) se lamenta que sin desarrollo de lo que él llama el “sector no mercado” (es decir, lo político) el sistema capitalista –sometido a la tiranía egoísta y ciega del fundamentalismo de mercado- caerá y, con él, el más eficaz instrumento de eficacia productiva hasta ahora inventado. Los mercados han de ser pues regulados por una Democracia “supranacional” que no pueda ser burlada por los especuladores financieros impunemente tal y como ahora sucede. Ello requiere un desarrollo de consciencia que a su vez implica un cambio de modelo mental asociado a la renuncia a las identidades exclusivistas y excluyentes de un Estado-Nación tributario, a su vez, de un sistema filosóficamente monista.
Sistema que nos ha conducido a un estadio de desarrollo crepuscular en lo “humanológico” que contrasta con los imponentes desarrollos tecnológicos logrados en el último siglo. Estamos aún lejos del momento de plenitud del espíritu humano, nos alerta Morin, “sino en su prehistoria. No llegamos todavía a aceptar el desafío de la complejidad de lo real: estamos aún en la era bárbara de las ideas” (4). En efecto, superar las convulsiones sociales, los furores raciales, las intolerancias religiosas y político-ideológicas, las lacerantes desigualdades que ponen en peligro la convivencia civilizada en el planeta y la supervivencia misma de las Democracias representativas (5), requiere la superación de las Naciones para conservarlas paradójicamente gracias a unas uniones englobadoras de los Estados. Es aquí donde Europa encuentra su más alta vocación como adelantada en este proceso. Si Europa se “salva”, la Democracia tiene futuro a nivel global. Y esa salvación no puede llegar nunca del dictado de una de ellas, la más poderosa política o económicamente, como hoy sucede.

Einstein escribió, tras el bombardeo atómico de Hiroshima y Nagashaki en 1945 para que la humanidad sobreviva necesitamos una nueva manera enteramente distinta de pensar, porque el tipo de pensamiento que nos ha traído a esta crisis (inaugurada por la era nuclear) no nos sacará de ella. El premio Nobel de Física no nos dice cómo ha de ser ese nuevo pensamiento que se revela crítico, pero hoy sabemos con certeza que no coincide precisamente con el “pensamiento único” de la ideología neoliberal. Habrá de ser más bien, un pensamiento dialógico, sistémico, prospectivo, creativo… el que alumbre “la sociedad abierta” (Karl Popper). Para ello hemos de considerar el mundo –y el conocimiento que de él tenemos- como perfectible y al ser humano como capaz de superar su pasado, de “se dépasser”(Alexandre Marc). Jugar la carta de la posibilidad, la humana carta de la libertad, permitirá a una sociedad civil –atrapada hoy por las perversas tramas político-finacieras de dominación existentes- organizarse para asumir un día su propio destino. La creatividad constituye la esperanza y la reflexividad – la comprensión fáctica de cómo el pensamiento crea realidad- su primera herramienta.
Decíamos arriba que Europa – lo que los Europeos hagamos- será un buen indicador del futuro que aguarda a la casa de todos, al planeta azul, a esa enorme nave llamada Tierra que viaja por el infinito espacio y en la que no hay tripulantes y pasajeros, porque todos somos tripulantes, responsables de su rumbo. Europa carece en efecto de esencia, es el símbolo mismo de la complejidad, de lo uno en lo múltiple, es una unitas multiplex, su identidad reside en la negación de una identidad excluyente. Por esto el modelo que mejor conviene a una Europa democrática es el modelo federal, definido como “unidad en la diversidad” y no este engendro híbrido de confederación económica con un injerto de instituciones federales en que se ha convertido la Unión Europea. Además, Europa vive en su negación, siendo por ello un ejemplo vivo de las contradicciones de la postmodernidad. Europa vive en crisis permanente porque el vocablo crisis (krinein en griego), significa puesta en cuestión, replanteamiento. Europa es el epítome de la complejidad y de un pensamiento complejo que la humanidad precisa aprehender y aplicar si aspira a no repetir la barbarie del pasado. Para comprender como la unidad de Europa –y del mundo- reside en la relativa desunión y en la inevitable heterogeneidad, es preciso que recurramos a tres principios de inteligibilidad: el principio dialógico, el principio de recursión y la cultura holónica.

1) el principio dialógico marida tensiones potencialmente autodestructivas, transformándolas en polaridades creativas. Más aún, significa que dos o más “lógicas” diferentes se asocien en una unidad de manera compleja (complementaria, concurrente y antagónica) sin que la dualidad se pierda en la unidad. (Morin, Ibid. pág. 25). Así lo que forja la cultura europea no es una síntesis entre lo judeo-cristiano y lo greco-romano, junto con la Ilustración, sino el juego complementario, concurrente y antagónico entre estas corrientes, poseedoras cada una de su propia lógica.

2) El principio de recursión significa que debemos concebir los procesos generadores o regeneradores como bucles ininterrumpidos en los que cada momento, componente o instancia del proceso es, a un tiempo producto y productor de los demás momentos, componentes o instancias. (Morin Ibid.). A mí me gusta pensar en términos de espirales creativas o entálpicas y de espirales entrópicas o autodestructivas, bucles autogenerativos que retroactúan sobre los desarrollos que los constituyen estímulándolos e integrándolos igual que hace un remolino de aire o un torbellino acuático en que dos flujos aparentemente antagónicos se unen para configurar de forma complementaria y auto-organizante una unidad activa y operativa. Así se rompe con la causalidad linear ya que las partes van al todo y el todo a las partes.

3) La cultura holónica, implica que cada elemento se configura a la vez como “todo” y “parte”. Formamos entidades propias (persona, familia, comunidad lingüística, etc.) al tiempo que pertenecemos a colectivos más englobantes: Nación, Europa, mundo…

Este nuevo modo de pensar la complejidad (dialógico, prospectivo, creativo…) articulado en los principios jurídico-políticos del federalismo y en los elementos de la filosofía federalista (y en los que no podemos profundizar aquí), habrá de ser complementado con nuevos valores coherentes con una cultura emergente y con la fundación de instituciones y praxis políticas acordes con esos valores. Y, sobre todo, del firme compromiso de formar un nuevo perfil de líderes.

NOTAS.
1) Dani Rodrik, The Globalization Paradox. Democracy and the Future of the World Economy. W.W. Norton & Company, New York and London, 2011.
2) César Díaz-Carrera, Voz “Crisis de Civilización” en Terminología Científico-Social. Anthropos, Barcelona, 1990.
3) George Soros, La crisis del capitalismo global. La sociedad abierta en peligro. Debate, Madrid 1999.
4) Edgar Morin, Pensar Europa. Gedisa, Barcelona, 1988, (pág. 169).
5) Joseph E. Stiglitz, El precio de la desigualdad. El 1% de la población tiene lo que el 99% necesita. Taurus, Madrid, 2012.

César Díaz-Carrera
Presidente, Instituto para el Desarrollo de la Creatividad y Director
Cátedra Extraordinaria de Liderazgo Creativo y Gestión de Crisis (Universidad Complutense-RCC, Harvard University)

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