El que no sabe de dónde viene

por Carolina De Robertis

Foto 18-11-13 14 28 061. Hace unos meses, presenté mi novela Perla en un festival de libros en Canadá [en Italia, el mismo libro se publicó bajo el título La Ragazza dei Capelli di Fiamma]. La novela se trata de una hija de un militar argentino que encuentra el fantasma de un desaparecido en su casa, y este hecho le impulsa a enfrentar los secretos de su familia.
Al fin de la presentación, hubo tiempo para preguntas. Una señora de tercer edad me miró a través del amplio salón lleno de gente y dijo, “¿Por qué los latinoamericanos siempre están haciendo cosas tan espantosas?”
La pregunta me dejó helada. Sentí que ella estaba acusándonos a nosotros, los latinoamericanos, de ser más violentos y menos humanos que los demás países (y, en particular, los países del “primer mundo”).
Esta suposición niega las brutales realidades del Plan Cóndor, en el cual los Estados Unidos respaldó a las dictaduras sudaméricanas de los años 70 y 80. Mandaron torturadores para capacitar a la policía y a los soldados. Apoyaron a los milicos y a sus gobiernos. La pregunta de la señora invisibilizó toda esa parte avergonzante de la historia, como si las atrocidades de esa época hubieran surgido de algún defecto del pueblo sudamericano.
Es una versión más cómoda para alguna gente, eso sí.
Es, también, una versión que depende en el silencio y el olvido.

2. En Uruguay, tanto como en otros países impactados por el Cóndor, hay gente que prefiere no hablar de esos años, de dejarlos en silencio. Es un instinto entendible. Fueron años llenísimos de dolor, terror, y trauma. Una esposa de un ex-detenido me ha dicho que las referencias a los sufrimientos de esa época le cuestan tanto a su marido que ella evita todo lo que toca el tema. Preferiría que se cerrara el tema. Mientras tanto, para algunas personas de mi generación, la generación que nació durante la dictadura, a veces hay el sentido de vivir en la sombra de la época de los adres.
Pero el problema es que silencio no cura.
El silencio oculta el pasado y distorsiona nuestra conciencia del presente.
Es cierto lo que afirma el proverbio italiano: “El que no sabe de dónde viene no sabe hacia donde va.”

3. Yo no entendía nada de las dictaduras en Uruguay y en Argentina, los países de mis orígenes, hasta que justo habían terminado. Nací en 1975, en Inglaterra, hija de inmigrantes, y después vivimos en Suiza y los Estados Unidos. Cuando yo tenía diez años, mi madre se enteró de que una amiga de su liceo, Yessie Macchi, había salido de la cárcel. Había pasado trece años detenida. Tuvo una hija en la cárcel, y no la vio crecer. Había sido torturada, por supuesto—pero mi madre ese día no dijo ese por supuesto, ni me explicó todo lo que ella sentía ni porque se deprimió tanto durante esos primeros días de la libertad de Yessie.
Antes de eso, mis padres habían envuelto la dictadura en silencio. No abordaban el tema en casa. No fueron exiliados, se fueron por una oportunidad laboral que tuvo mi padre, pero tampoco hubiera sido fácil para ellos volver durante esos años.
A los diez años yo carecía de las herramientas para entender estas realidades, y cómo encajaban con el lindo y más inocente país que mis padres describían. Pero me quedé con las ganas de entender. Años después, me puse a escribir una novela basada en la historia del Uruguay (publicada en Italia bajo el título La Bambina Nata Due Volte). Esa novela la escribí a escondidas a los 20 y pico años. No tenía idea de si podría o no podría escribir una novela decente, pero sí sabía que tenía que explorar estas historias más profundamente para entender a mi mundo mejor, para entender al querido país de mis orígenes, Uruguay, para entenderme mejor a mi misma.
Para entender, en fin, de dónde venía y hacia donde iba.

4. Hay cuentos de la época de Plan Condor que, por suerte, han recibido atención y reconocimiento en el mundo. La valentía de miles de militantes ha asegurado que muchas voces llegaran a ser oídas. Entre esos militantes se encuentran las Madres de la Plaza de Mayo en Argentina, el presidente actual del Uruguay, José Mujica (un ex detenido), mi tía Cristina en Francia que luchó allí por los derechos de los exiliados y los desaparecidos, y todos los escritores y editores que contribuyeron tiempo y palabras y amor a éste número de ésta misma revista.
Pero aún hay historias dentro de la “gran historia” que son menos contadas que las demás. Por ejemplo: el año pasado estuve viviendo en Montevideo, Uruguay, desarrollando un documental sobre la cultura afrouruguaya. El 8% de la población del Uruguay es afrodescendiente, y, bajo la dictadura, esta comunidad sufrió unos desalojos brutales de sus viviendas históricas en el corazón de la capital. Los efectos de esos desalojos perduran hasta hoy en la comunidad afro. En entrevista tras entrevista, vi que la gente afro siente esta injusticia fuertemente, pero que hace falta que se toque el tema en la sociedad por lo general.
También oí cuentos de detenidos gay y lesbianas que fueron amenazados de formas homofóbicas por los verdugos, tanto como historias de detenidos judíos quienes experimentaron anti-semitismo. El aislamiento ha sido muy fuerte para estas víctimas porque los mismos Tupamaros y otros grupos izquierdistas de esa época también los trataban con prejuicio. Por lo tanto, muchas de estas víctimas no se han sentido suficientemente cómodos para compartir sus historias con el público, y sus experiencias no se encuentran retratadas en la historia formal.
No precisamos silencio.
Precisamos lo opuesto del silencio.
Precisamos más voces, muchas más voces, más historias y más verdades y más oídos y corazones abiertos para oír.

5. He pensado mucho en esa señora canadiense. Es posible que ella es muy buena gente, que la pregunta surgió de una inquietud con el maltrato entre humanos. Yo comparto esa inquietud con ella. Es una inquietud que nos hace más humanos, que afirma nuestra conexión a los demás.
Si tuviera la oportunidad, me gustaría sentarme a tomar un café con la señora canadiense, o una cerveza, o mejor que nada un mate si me lo aceptaría. Tal vez podríamos hablar de qué doloroso es presenciar tanta brutalidad en nuestro mundo. Tal vez podríamos aclarar la historia, el papel que los Estados Unidos tuvo en capacitar a los torturadores, el rol de violencia no solo en la historia latinoamericana sino que en la historia mundial. Tal vez podríamos hablar de los millones de ejemplos de valentía, resistencia, belleza, y generosidad que la historia también demuestra. Sobre todo, espero que podríamos hablar de una forma que pudiera romper el silencio, alzar las voces de la verdad, y crear para todos nosotros un poquitito más entendimiento y compasión.

Carolina De Robertis
escritora uruguaya-estadounidense, es la autora de las novelas Perla y  La Montaña Invisible, que fue un bestseller internacional. Sus obras han sido traducidas a diecisiete idiomas. Ella ha recibido el Premio Rhegium Julii en Italia y un premio del National Endowment for the Arts. Sus obras de ficción, no ficción y sus traducciones han aparecido en ColorLines, The Virginia Quarterly Review, y Zoetrope: Allstory, entre otras. También es la traductora al inglés de las novelas Bonsái, de Alejandro Zambra, y El Caso Neruda, de Roberto Ampuero.
Antes de terminar su primer libro, De Robertis se dedicó por diez años a los derechos de la mujer, en temas como la violación sexual y la inmigración. Actualmente ella vive en Oakland, California, donde está co-produciendo un documental sobre la gente afrouruguaya. Su tercera novela, Los Dioses del Tango, será publicada en 2015.

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