Llamarse Allende: el peso de la memoria

de Ana Gabriela Pereyra

Isabel Allende Llona, escritora chilena, miembro de la Academia Estadounidense de las Artes y las Letras desde 2004. Obtuvo el Premio Nacional de Literatura de su país en 2010.

Isabel Allende Llona, escritora chilena, miembro de la Academia Estadounidense de las Artes y las Letras desde 2004. Obtuvo el Premio Nacional de Literatura de su país en 2010.

¿Qué recuerdos tiene de aquel 11 de setiembre de 1973 y cómo lo ve hoy en perspectiva?
Fue un día de miedo y confusión. En Chile no sabíamos lo que era un golpe militar, nunca imaginamos que nuestras Fuerzas Armadas fueran capaces de las brutalidades que cometieron y menos que se quedarían en el poder por más de 16 años. Ese día me fui temprano a la oficina y mis hijos pequeños (10 y 7 años respectivamente) se fueron caminando a la escuela. En las calles no había tráfico normal, se veían camiones militares, soldados, tanques, helicópteros en el cielo y trabajadores esperando buses que nunca llegaron. Vi el bombardeo del Palacio de la Moneda. No podía creer lo que estaba sucediendo. Mis hijos habían ido donde su abuela, a dos cuadras de mi casa, y allí nos reunimos. No había noticias, sólo bandos militares y proclamaciones patrióticas. A eso de las 2 o 3pm me avisó una amiga de la televisión que habían retirado el cuerpo de Salvador Allende de la Moneda. Pude comunicarme con mis padres, que eran embajadores de Chile en Argentina, y ellos ya lo sabían, la noticia había dado vuelta al mundo, pero en Chile no se supo oficialmente hasta muchas horas más tarde. Pronto vimos lo que significaba la represión: gente detenida, torturada, desaparecida, cadáveres flotando en el río Mapocho, censura, quemas de libros en las calles, etc.

¿Cree que el pueblo chileno era consciente de lo que sucedía en su país en aquel momento?
Es posible que Salvador Allende fuera la única persona, además de los militares implicados en el Golpe, que sabía lo que iba a ocurrir. La oposición al gobierno socialista de Allende deseaba un golpe militar, pero suponía que los militares iban a “limpiar y ordenar” al país y después iban a llamar a una elección y ellos volverían a tener control del poder. En general, el pueblo chileno vivió la represión como una horrible sorpresa.

Salvador Allende representaba la posibilidad de llegar al socialismo de forma pacífica, ¿cómo lo recuerda?
Era un hombre valiente, carismático, con sentido del humor, vividor, apreciaba el arte, tenía buenos amigos. Dormía poco y estudiaba mucho, tenía muy buena memoria, siempre parecía muy bien informado. Políticamente siempre tuvo una visión para Chile y no cambió. Jamás se habría rendido a los militares. Murió como vivió: consecuente con sus principios y con Chile.

¿Què fue lo que la llevó a exiliarse, su apellido o su participación política?
No quise vivir ni criar a mis hijos en un país con dictadura. Llegó un momento en que hablábamos de la tortura como si fuera algo normal. Yo no participé nunca en política, pero ayudé a esconder fugitivos y pronto me di cuenta del peligro que eso significaba para mí y mi familia. Tenía miedo.

El hecho de haber escrito “La casa de los espítius” y “De Amor y De Sombra” durante el régimen de Pinochet, ¿cree qué ayudó para que el resto del mundo supiera lo que allí estaba pasando?
Los chilenos en el exilio hiceron una labor incesante para informar al mundo de lo que ocurría en Chile. Mis novelas pueden haber contribuido, pero el mérito no es mío, sino de miles y miles de personas que se encargaron de mantener a Chile en la consciencia del mundo.

Augusto Pinochet traicionó a Salvador Allende. ¿Considera que la CIA buscaba eliminar la figura del Presidente Allende o fue un modo para frenar la figura socialista que avanzaba?
Lo que se llamó “el experimento socialista chileno” era peligroso para los Estados Unidos, porque podía extenderse a toda América Latina. No olvidemos que estábamos en plena “guerra fría”, había triunfado la Revolución Cubana y había movimientos guerrilleros de izquierda en casi todo el continente. La misión de la CIA era desestabilizar el proceso chileno, provocar una crisis económica, política y social de tal magnitud, que los chilenos acabarían con el gobierno de Allende y destruirían su “experimento”. Como no lo lograron, incitaron al golpe militar con la colaboración de la derecha chilena. No sé si la CIA pretendía matar a Allende, supongo que no, porque no deseaban un mártir.

Según su opinión, ¿porqué no fue juzgado Augusto Pinochet?
Porque la derecha es muy poderosa en Chile y todos en la izquierda y en los partidos de centro izquierda tenían miedo de la reacción de los militares. Al juzgar a Pinochet se juzgaría a todas las Fuerzas Armadas. La democracia tuvo que transarse. Espero que la Historia juzgue a Pinochet como merece.

¿Se podría decir que al contar la historia reciente de Chile usted cuenta la historia reciente de Latinoamérica?
No. Yo soy novelista, no soy historiadora.

¿Cuánto la dictadura militar influyó en usted como escritora?
La dictadura me obligó a dejar mi país. Viví 13 años en Venezuela, sin raíces, enferma de nostalgia por Chile, recordando el pasado. De esa experiencia nació La Casa de los Espíritus. Dudo que yo sería escritora sin el exilio; si me hubiera quedado en Chile seguramente sería periodista.

¿Considera que es importante la conservación de la memoria?
Por supuesto que es importante. No sólo porque así podemos evitar los mismos errores en el futuro, sino porque al estudiar nuestro pasado como país y como nación, nos conocemos mejor. Los chilenos, como casi todos los pueblos, tenemos una narrativa distorsionada de nuestro propio carácter y realidad. Al conocer el pasado descubrimos quienes somos en realidad.

¿Cree que la opinión pública internacional tiene consciencia real de lo que sucedió en América Latina en los años ’70?
La tuvo en los años 70, pero han pasado cuarenta años y no se puede esperar que las nuevas generaciones tengan esa consciencia, excepto si la estudian.

¿Es posible una reconciliación de la sociedad respecto a los hechos acaecidos durante las dictaduras militares en latinoamérica o será un capítulo que nunca podrá cerrarse?
Todos los capítulos se cierran tarde o temprano, pero a veces se requieren varias generaciones para que las heridas cierren. Sudáfrica, Alemania y tantos otros países han pasado por situaciones tanto o más brutales que las dictaduras latinoamericanas. Hay que conocer la verdad y tratar de hacer justicia para que la reconciliación sea posible. El tiempo ayuda a curar el dolor del pasado.

Hoy en América Latina nos hemos dado varios gobiernos que persiguen la justicia social como objetivo primario, ¿qué opinión tiene usted al respecto?
Es un gran paso adelante, pero en América Latina perdura la misma estructura de poder económico que siempre ha tenido el poder. Hay enormes diferencias sociales, racismo contra los indígenas, la gente de color y los pobres, discriminación, violencia de todas clases, especialmente contra la mujer, y además ahora tenemos problemas internacionales con drogas, tráfico de armas, tráfico humano y corrupción. Esas cosas existían desde los comienzos de nuestra historia, somos pueblos conquistados y explotados, pero al menos ahora hay consciencia al respecto. Hemos avanzado, no estamos retrocediendo.

¿Qué opinión le merece la iniciativa de que una revista europea como SOCIALNEWS se ocupe de difundir los hechos ocurridos en Latinoamérica durante el Plan Cóndor?
Celebro mucho que exista esta revista porque el interés del mundo ya no está en Latino América, sino en el Medio Oriente. Es importante que la prensa siga informando sobre nuestro sufrido continente y denunciando las atrocidades que se cometieron en aquellos años.

Entrevista realizada por Ana Gabriela Pereyra
Coordinadora Nacional de @uxilia Italia.

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